Navidad,
Ojalá poder ser ave migratoria que pudiera volar a la otra parte de la parte del planeta.
Divisar las dos caras de la moneda.
Monedas,
Dinero,
Navidad,
el periodo más consumista a mis ojos.
La compra de regalos irrelevantes para satisfacer necesidades inexistentes con las que crees que te demuestran algo de cariño,
o no,
quizás no sea por eso.
Navidad,
familia,
Como reunirte en una mesa con las personas que llamas familia aunque a veces actúas por cortesía. Sin nombrar temas políticos, de fútbol o religión para no armar disputa.
De algunos de los presentes no recuerdas ni sus nombres, y a veces la incomodidad puede presidir la mesa,
o no.
Son situaciones inexplicables, sentimientos inefables.
Veo luces que decoran un árbol al final del pasillo,
brillan,
centellean.
Escucho villancicos que en su mayoría nombran a un dios que no creo pero que sostiene la fe de mi abuela.
Perdón si este texto no aspira a lo que esperaban leer. Sólo es el pensamiento de alguien más que se consume en el tiempo, como tantos otros que ya lo hicieron.
Navidad,
pérdidas.
Te echo de menos a ti que sigues con vida y a los que se fueron, dejando no sólo un sitio vacío en el comedor sino también interno.
Ojalá recordar por siempre el tacto de tus manos sobre mis mejillas en tiempos de guerras internas.
A veces, la navidad, es ese periodo del año en el que mayores mentiras alcanzas a decir.
Que has sido bueno cuando no.
Que llamaste, cuando ni te atreviste a coger el teléfono.
Que les echaste de menos, cuando ni se te pasó por la cabeza pensar en ellas o ellos.
Es un periodo tan efímero, en ocasiones tan sumamente falso.
Pero viendo el otro lado de la moneda, la que nunca tendrá un valor monetario.
Y lo digo porque justamente en este periodo he visto el materialismo con mis ojos.
Doy gracias a la navidad por poder reunirme con los míos.
Por ver a mi abuela brindar entre lágrimas por estar sentados en esa conocida mesa otro año tachado en el calendario.
Siempre se me caerá una lágrima por verla así, la poseedora de la cara más tierna que mis ojos alcanzarán a ver jamás.
El verdadero regalo de esta época.
A mi abuelo, por no terminarse nunca las uvas al finalizar las campanadas y decirle que no hay prisa, el año avanza con o sin esas uvas. Calma, el tiempo pasa por si sólo. A veces demasiado rápido. Y qué bonito es ver su pelo del color nieve en una cabeza tan impredecible como es la suya.
Por estar unidos una vez más a pesar de todas las ideas revolucionarias que se me pasan por la cabeza.
Por quererme así radical, "perroflauta" o soñadora.
Por darme cuenta de quiénes son y cómo son ellos a mis ojos.
Las personas más importantes de mi vida.
Por ser esos familiares constantes, mi mayor regalo. Por el que estaré infinitamente agradecida. Que no se vende en ninguna tienda, ni es objeto reemplazable o material.
Son ellos, con los que puedo desnudar mi alma, compartir los días de subidas y bajadas. Pero sobretodo esos en los que no crees que nada te pueda salir bien.
Salir a la calle con mi tío a tirar petardos que hagan retumbar la calle y sentirme eufórica, no por el ruido sino por todos los problemas que pueda a llegar a tener una persona y ver como una sonrisa ilumina su cara.
La de todos ellos,
todos nosotros,
otro año más,
una navidad más.
Sólo son ideas, pensamientos, más bien palabras que quedan en el aire y que alguien los recoge y los pone por escrito. Nos transportan durante unos pocos minutos a lo que parece un nuevo mundo. Bienvenidos a mi blog. Pd: tengo twitter--- @empty_of_ideas Gracias por leerme.
sábado, 24 de diciembre de 2016
Las caras de la navidad
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