Sucesos extraños de los que no tenías consciencia hasta que la famosa "ostia de realidad" te golpea en las narices.
Y ahora qué coño haces o cómo cojones actúas.
La sensación más inefable jamás descrita.
El grito con mayores decibelios se encuentra bajando a los infiernos.
Eres viaje pero no destino.
Eres fugaz pero no constante.
Y, en la barra del bar en la que te miro de reojo, veo a personas que se giran por verte sonreír.
Que se mueren por bajarte el pantalón.
Desean que seas su fiel acompañante en los domingos más lluviosos.
Su "musa", referente y toda fuente de inspiración cuando tengan ganas de crear.
Con quien hagan las locuras más inverosímiles a altas horas de la madrugada sin importar el día
y luego seas declarado y después condenado culpable de su falta de sueño.
Me arde la garganta,
mi vista lleva ya un tiempo nublada.
Salgo de allí.
Veo en la pared apoyado a un hombre fumándose un porro.
Yo, inhalo el cigarro que acabo de prender, mientras me dirijo al siguiente garito.
Sin buscar nada ni encontrarlo en una serendipia.
Ando por las calles oscuras.
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